El pasado 18 de mayo se celebro el Día Internacional de los Museos. Sí, los museos también tienen su día. ¡No va a haber un día para todo menos para los museos! También tienen derecho.
Como viene siendo habitual en los últimos años, comenzó con una noche de puertas abiertas, y ¿qué ocurre cuando algo es gratis en este país? Pues lo de siempre, ¡unas colas de infarto! Para que luego digan que la gente no se interesa por la cultura…el problema es que el acceso a la cultura resulta algo caro a veces.
Pero a lo que iba, esa “noche de puertas abiertas” se conoce como “La noche de los museos” y es una iniciativa del Consejo Europeo. Durante la noche del 17 al 18 de mayo centenares de museos de toda Europa abren sus puertas fuera de su horario habitual de manera gratuita.
Personalmente creo que es una gran idea y una buena forma de atraer a la gente a esos “templos del arte”, pero su éxito hace que para mi la iniciativa pierda encanto. Lo sé, puede resultar contradictorio, pero creo que el encanto de poder ver un museo de noche es principalmente evitar esas masificaciones que se producen a veces en los grandes museos ante la obra que la exposición de turno haya puesto de moda.
Me encantaría, y supongo que no soy la única, poder ver las grandes obras de la historia del arte sin una excursión entera de turistas o un grupo de niños de visita con el colegio; poder disfrutar de su contemplación sin la presión de estar rodeado de gente.
Aunque supongo que todo tiene sus inconvenientes, con lo miedosa que soy no se si podría “pasear” solo por esas enormes galerías, con todas esas miradas (cristos, ninfas, reyes, pescadores o poetas) puestas en mí.
(También lo puedes leer en: En el baúl de las palabras)
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