jueves, 29 de mayo de 2008
miércoles, 28 de mayo de 2008
Indy, ¿pero qué te han hecho?
Sólo hay un motivo válido para no ver Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal. No, el dinero que cuesta la entrada no es una razón. Está plenamente amortizado. No. No se trata de que Harrison Ford esté ya talludito. Resulta perfectamente creíble o, al menos, no menos creíble que en el resto de las entregas.
La única posible eximente es que se haya deseado este momento con impaciencia durante años, que se tenga una vinculación especial con la saga, rollo “mis películas favoritas en la niñez” y se carezca del sentido del humor suficiente como para reírse de las piedras angulares sobre las que se fundaron nuestras convicciones infantiles. Los héroes que nos inspiraron. Porque Indiana Jones 4 es una parodia tal que, en caso de que se dieran estas condiciones, difícilmente nadie con un mínimo de sensibilidad podría acusar semejante golpe.
No quisiera yo, de ninguna de las maneras, fastidiarle a nadie una película que, sin duda alguna, es preceptivo ver, a poder ser en el cine y en grupo, con gente de esa a la que no le importa que se hable durante la proyección. Así que no me voy a exceder con el spoiler. Sólo diré que la cosa va bastante bien al principio (esa sombra de Indy colocándose el sombrero proyectada sobre el coche con la mítica musiquita de fondo) y va declinando, poco a poco, hasta que todo se va al traste cuando se meten en la selva. Aquí ya la peli muta en una especie de cosa, que recuerda vagamente a esas películas que parodian géneros, como “Scary Movie”, o “Esta No Es Otra Estúpida Película Americana” (yeahh!). Sólo que sin parodiar ningún género en concreto. De repente uno se encuentra viendo algo que parece “Tarzán de los Monos” o “Cuando Ruge la Marabunta”, por poner sólo dos ejemplos no excesivamente reveladores del pseudomisterio principal. Porque puede ser: a) que la memoria selectiva me juegue una mala pasada; b) que los años han hecho de Henry Jones Jr un hombre profundamente sabio y más astuto, si cabe. Pero necesita apenas un nanosegundo para resolver cada uno de los enigmas que se le van presentando y decidir en qué dirección encaminar sus pasos. Para mí que han querido que la peli fuera tan dinámica, tan de acción, como para sobrecompensar los años de más del protagonista, que se han dejado atrás lo que viene siendo la trama argumental.
Y el jovencito que se supone que está para darle la réplica a Indy simplemente no es digno. Francamente, Harrison Ford está más bueno. Hay un montón de situaciones desaprovechadas, que podrían haber dado lugar a frases ingeniosas, al más puro estilo Indiana Jones que se quedan en nada básicamente porque parece que no hay guionistas. Todo se reduce a efectos especiales y fantasmadas que, oye, a mí me molan, que si no no sería Indiana Jones. Pero vaya, que si hablaran algo más se agradecería. O menos, según se mire, porque hay frases que es mejor callar. Yo, si fuera Harrison Ford, me hubiera negado rotundamente a pronunciar al menos una, que yo recuerde. De hecho, prefiero pensar que le obligaron a hacerlo a punta de pistola. Prefiero pensarlo yo, las dos amigas con las que fui, y la chica que estaba sentada a nuestro lado y que se daba cabezazos contra el asiento delantero cada minuto y medio desde la mitad de la película, aproximadamente.
¿Y qué decir del final? Lo único que le falta es que se vea la cara de Sean Connery en el firmamento, en plan Mufasa en "El Rey León". Yo lo sugiero, por si Mr Spielberg y Mr Lucas se plantearan rodar una próxima.
Jamaelna no se responsabiliza de las opiniones vertidas aquí por su colaboradora, que puede estar de síndrome premenstrual, no haberse tomado su medicación o, simplemente, sufrir de enajenación mental transitoria, resultado del encierro obligado propio de la época de exámenes. En cualquier caso, Jamaelna les ruega que sean tolerantes y comprensivos en atención a su delicado estado de salud mental. Damos fé de que siente verdadera adoración por Indiana Jones.
Las quejas e improperios a Pero qué broma es ésta?
domingo, 25 de mayo de 2008
Golpe de suerte
Como éste hay más en Ídelo el de los cuentos, su otro blog de relatos de confianza
sábado, 24 de mayo de 2008
La cucharilla
La primera vez le dio siete vueltas a la cucharilla del café, siete, número cabalístico, ¡qué casualidad! Aún quemaba demasiado, así que procedió a la segunda ronda de removida con sólo tres. Miraba por la ventana de la cocina a las palomas colgándose de las cuerdas de la ropa, impasibles y lozanas, ¿un pájaro puede resultar lozano? Aquellos lo eran por sobrealimentación. Parecían reirse de él desde el otro lado del cristal, como asegurándole que ellas podían dormir tranquilas incluso funambulando sobre un alambre. Removió el contenido de la taza cinco veces más. Pensó en su mejor amigo, que estaría soñando con casas en la playa y niños descalzos. Otra vuelta más de cucharilla. Su mejor amigo, ya no tenía sentido llamarle así, ¡anda que si hubiera sido el peor!...Menuda farsa le tocaba representar ahora, cuando el olor del perfume de aquella mujer, que sólo había sido la suya por unas horas, regresaba de puntillas al lecho matrimonial. Ocho vueltas, más vale que sobre a que falte. Su castigo no era la culpabilidad, sino más bien ser consciente de la carencia de su peso y seguir viviendo para callarlo. Seguir jugando al isósceles como parte del espectáculo. Cinco vueltas, redundancia cíclica, falta de pecados y sangre de pecador. Hubiera repetido, más por curiosidad que por vicio, ¿sería ella capaz? No podía dejar de hacer girar la cucharilla como una letanía, como las vueltas de los segunderos de aquello que llamaban corazón. Depronto ya no le apeteceía el café, se había mareado.
jueves, 22 de mayo de 2008
¿Por qué Sexo en Nueva York no?
El otro día, falta como estaba de series, sin ánimo para ver un capítulo entero de los Tudor, que se me hacen un poco largos, y son como muy serios y solemnes, y sale Jonathan Rhys Meyers con esa cara de lúbrico y de obseso sexual que se gasta desde que se ligó a Scarlett Johansson en Match Point, caí e intenté ver un capítulo de Sexo en Nueva York. De hecho, medio vi dos. El primero, en el que el Carrie (aka SJP) dice eso de “[…] se gastan 400 dólares en unas sandalias de tiras de Manolo Blahnik…y estás solas” y el segundo que, si no recuerdo mal, es el de los modeleros (tíos que sólo se acuestan con modelos).
No entiendo muy bien qué tipo de mecanismo se activó en mi cabeza el día que vi por primera vez Sexo en Nueva York (supongo que algo relacionado con el instinto de supervivencia) y que podría justificar la gran manía que le tengo. Lo cierto es que no tiene mucho sentido. No tengo autoridad moral para decir que es una serie superficial, aparte de que eso sería una tontería, porque tampoco tiene pretensiones de serie profunda. Yo me empacho con total felicidad de Gossip Girl, de The O.C., de Ally McBeal. He leído varios libros de Marian Keyes. Pero Sexo en Nueva York me deprime, no puedo evitarlo. No sé. Creo que es porque nunca se me hubiera ocurrido pensar en todo eso del “cambio de poder de la treintena” si no lo hubiera visto ahí, por ejemplo. Porque son un grupo de amigas que se supone que son super amigas, pero a las que nunca identificaría con las mías. Sexo en Nueva York me parece una serie que intenta tocar la fibra sensible de la supuesta mujer moderna y liberada, apelando a sus deseos (básicamente un hombre, un bolso de Louis Vuitton y unos Marc Jacobs), solidarizándose con ella cuando estas expectativas se frustran. Mujeres que son independientes, profesionales, que no tendrían por qué depender de nadie. Un poco rollo Bridget Jones, pero en plan odiosas (Bridget era entrañable). Me da la impresión de haber leído sobre este tema millones de veces.
No es desprecio lo que siento por los personajes porque se gasten su salario de freelance en complementos mientras viven de alquiler en un cuchitril (pero eso sí, en Manhattan), porque sean el prototipo de tía enrollada con amigo gay que come en un japo un día sí y otro no, porque toda la serie esté impregnada de un feminismo antifeminista que le da a una ganas de maldecir el aciago día en el que se culminó el proceso de liberación de la mujer. Todo esto lo han expresado millones de personas mucho antes que yo, desde el Paleolítico Medio, cuando la serie empezó a emitirse. En serio que no, de verdad que no. Sé lo que es la televisión, y la acepto. Adoro la morralla. Me da toda la vida. Y yo también leo la Glamour. Y la Cuore.
Sexo en Nueva York no me gusta porque es lo opuesto a lo que busco en una serie. Sexo en Nueva York me pone triste, me hace cuestionarme mi propia vida, imaginarme a mí misma dentro de n años. Y no es precisamente una imagen de esperanza la que proyecta.
No sé. Supongo que prefiero imaginarme en paz. Y estas chicas no parecen muy satisfechas con ellas mismas.
Más de la autora (si es que decir "autora" no es demasiado pretencioso) en Pero qué broma es ésta?
martes, 20 de mayo de 2008
La noche de los museos
El pasado 18 de mayo se celebro el Día Internacional de los Museos. Sí, los museos también tienen su día. ¡No va a haber un día para todo menos para los museos! También tienen derecho.
Como viene siendo habitual en los últimos años, comenzó con una noche de puertas abiertas, y ¿qué ocurre cuando algo es gratis en este país? Pues lo de siempre, ¡unas colas de infarto! Para que luego digan que la gente no se interesa por la cultura…el problema es que el acceso a la cultura resulta algo caro a veces.
Pero a lo que iba, esa “noche de puertas abiertas” se conoce como “La noche de los museos” y es una iniciativa del Consejo Europeo. Durante la noche del 17 al 18 de mayo centenares de museos de toda Europa abren sus puertas fuera de su horario habitual de manera gratuita.
Personalmente creo que es una gran idea y una buena forma de atraer a la gente a esos “templos del arte”, pero su éxito hace que para mi la iniciativa pierda encanto. Lo sé, puede resultar contradictorio, pero creo que el encanto de poder ver un museo de noche es principalmente evitar esas masificaciones que se producen a veces en los grandes museos ante la obra que la exposición de turno haya puesto de moda.
Me encantaría, y supongo que no soy la única, poder ver las grandes obras de la historia del arte sin una excursión entera de turistas o un grupo de niños de visita con el colegio; poder disfrutar de su contemplación sin la presión de estar rodeado de gente.
Aunque supongo que todo tiene sus inconvenientes, con lo miedosa que soy no se si podría “pasear” solo por esas enormes galerías, con todas esas miradas (cristos, ninfas, reyes, pescadores o poetas) puestas en mí.
(También lo puedes leer en: En el baúl de las palabras)
miércoles, 7 de mayo de 2008
Una menos
Como tantas otras ella era una viuda que iba por allí buscando la compañía que su familia le había negado hacía tiempo y la verdad es que entre vermú y vermú le había cogido cariño. Le disgustaba no haberse despedido y por otro lado pensar en una nueva baja entre su clientela, ya muy mermada en esa época, no le alegraba en absoluto.
Solo se le ocurría una forma de parar aquello. se ponía nerviosos en los enfrentamientos, pero tenía que salvar su negocio, así que descolgó el teléfono interno y dijo en el tono más amenzante que pudo:
-"Señor terapeuta, asistente social, o lo que carajo sea. O usted deja de enviarme a toda la concurrencia a pasar los inviernos a Benidorm o yo cierro el chiringuito y a ver cuantos jubilados vienen a un hogar del pensionista sin bar."
No se conforme con éste, en Ídelo el de los cuentos hay muchos más.